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Si algo sabía Steve Jobs era hacer negocios, y una anécdota contada hace algunos años a Forbes por Randy Adams, ingeniero de software de NeXT (empresa que fundó Jobs cuando lo corrieron de Apple), lo confirma.

Todo ocurrió en 1985, cuando Jobs decidió emprender su propia compañía de ordenadores pues lo habían despedido de Apple. En aquel entonces contrató a Adams, quien acababa de comprarse un Porsche 911.

Curiosamente, Jobs también acababa de adquirir el mismo deportivo, por lo que los dos cuidaban sus Porsche con mucha delicadeza e, incluso, los estacionaban enfrente de la oficina de NeXT y ocupaban tres lugares de estacionamiento para que ningún otro auto siquiera los rozara.

Esos dos Porsche se volvieron un clásico entre los empleados de NeXT, todas las personas sabían de quiénes eran esos autos y cuánto los cuidaban. Pero, en un momento dado, pudo haberle jugado muy en contra a Jobs esta lujosa pertenencia.

Un día, Steve Jobs corrió al cubículo de Adams para decirle "Hay que esconder los Porsche ya". "¿Por qué?", preguntó Adams. "Ross Perot viene y está pensando en invertir en la empresa y no queremos que piense que tenemos tanto dinero", así que movieron los deportivos a la parte trasera de las oficinas.

Ross Perot fue un magnate empresarial de Estados Unidos que, seguramente gracias a la maniobra de Jobs de esconder los Porsche, en 1987 invirtió 20 millones de dólares en NeXT.

Ese movimiento le dio también un asiento en la junta de administración y fue posible gracias a un Steve Jobs con mucha perspectiva. Un simple movimiento que, al mostrar a NeXT como una empresa más modesta y dedicada, bien pudo haber influido en la decisión de Perot de invertir en la empresa.

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