LOS ITALIANOS DE LA DECIMA | CAPÍTULO XV Caballo de Troya: el 'Olterra', base secreta de la X MAS en Algeciras (III)

2023-02-22 18:34:10 By : Ms. Sarah Gao

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A las órdenes de Pietro Birardelli, los italianos realizaron una apertura en el casco para que los torpedos tripulados pasaran de la bodega inundada al mar abierto

Los equipos llegaron protegidos como valija diplomática y los 'maiali', desmontados y ocultos en cajas y barriles de aceite 

Esquema de las dependencias modificadas en la proa del Olterra durante su transformación en base secreta de la Xª MAS. Diseño de Franco Harrauer para Altomareblu. / E.S.

Alfonso Escuadra 15 Febrero, 2023 - 02:00h

El buque cisterna italiano Olterra, base secreta de la X Flottiglia MAS durante la Segunda Guerra Mundial. / E.S.

Tanto las declaraciones del ingeniero Denegri, como el testimonio de Borghese apuntan a que aquel joven tenente di vascello de la Decima ya traía este proyecto bajo el brazo cuando, a finales de junio, había subido al barco. Pero aún en el caso de que no hubiese sido así, su transformación definitiva apenas hubiese exigido dar un paso más en el programa de obras puesto en marcha tras su llegada.

Hay que considerar no obstante que, para esta segunda fase de los trabajos, todas las herramientas, equipos y materiales necesarios para convertir el Olterra en una base operativa de la Xª MAS, habían comenzado a llegar desde Italia a mediados de la tercera semana de septiembre de 1942. Procedentes de La Spezia y vía Burdeos, habían sido transportados en camiones, con todos los trámites de importación en regla, hasta la Embajada italiana en Madrid; ya que, en teoría, sólo se trataba de envíos realizados por la naviera con destino a los trabajos de reparación y puesta a punto del barco. Desde Madrid eran luego conducidos por carretera hasta el Consulado Italiano de Sevilla donde, bajo la supervisión del agente Giulio Pistono, se traspasaba a otro camión, este contratado en Algeciras por el propio Pistono, en el que viajarían hasta el muelle comercial del puerto. Pistono declararía más adelante: "Este camión contenía bobinas de cables de barcos, cabos de colores, palas, cilindros de oxígeno y acetileno, dos cajas de herramientas, dos extintores con carrito, luces eléctricas y otros materiales, todos destinados al Olterra. No se pusieron objeciones ni se hizo ninguna inspección (por parte de las autoridades españolas). La carga del camión fue depositada en la dársena y llevada en bote al petrolero".

La adaptación del barco se realizó siguiendo unos planos que llegaron también de Italia. El capataz encargado de estos trabajos fue Pietro Birardelli, el técnico especialista más veterano de la Decima, a la que llevaba adscrito desde los tiempos de los llamados “Doce Apóstoles de Tesei”. Para la ejecución de las obras, Birardelli se apoyó en el jefe de máquinas del navío, contando como mano de obra tan sólo con los miembros de la tripulación y un ayudante que había traído consigo de La Spezia, el obrero especializado Rolando Barmelli. Las dos intervenciones mayores se efectuaron en la misma proa del navío y consistieron en la habilitación de un taller para el montaje, revisión y reparación de los maiali así como la carga de sus baterías y de la creación de una piscina interior, comunicada directamente con el mar, para dar salida a los operadores y sus equipos.

La rueda del timón, la bitácora, un salvavidas y un trozo de la sección del casco es cuanto se conserva del Olterra. Hoy día estas piezas se exhiben en el Museo Tecnico-Navale de La Spezia. / E.S.

Borghese escribiría en sus memorias: "El trabajo fue arduo y complejo; pero en pocos meses, en el interior del navío se montó un taller completo provisto de todos los instrumentos y maquinaria necesarios". Según se refleja en los planos, para acondicionar este taller, se empleó la bodega del cargo situada entre el tanque de proa y el llamado tanque de carga número uno. A este espacio se accedía desde cubierta bajando las escalas que comunicaban los dos niveles inmediatos. En el segundo de ellos, se abrió un acceso a la parte alta de la bodega del cargo desde la que se podía bajar directamente al taller empleando también una escala. Este era el espacio donde se efectuaría el montaje de los maiali, donde estos serían revisados antes y después de cada misión y donde llegado el caso, se llevarían a cabo las reparaciones pertinentes. Finalmente era en este compartimento donde también tenía lugar la carga de las baterías; para lo cual se hubo de establecer un sistema de cableado que se prolongaba hasta la sección de popa del navío donde se encontraba la dinamo y su correspondiente grupo Diesel. Para comunicar el taller con la piscina interior se cortó un acceso en el mamparo que separaba la bodega del cargo de la bodega de proa. Este se cerraba mediante una trampilla que se levantaba horizontalmente con la ayuda de un juego de poleas.

Pero posiblemente, la imagen más icónica del Olterra en su condición de base secreta, sea la apertura practicada en el casco para facilitar la salida al mar de los maiali y que comunicaba con otro de sus elementos clave. Se trata de la piscina interior habilitada a base de inundar la bodega de proa. Para conseguirlo y con la excusa de realizar tareas de mantenimiento, primero se procedió a lastrar los tanques de popa haciendo que el navío se elevase de proa por encima de la línea de flotación dejando así expuesta la superficie donde se iba a localizar la apertura. Seguidamente, ocultos por una lona, supuestamente desplegada para evitar que el sol molestase a los operarios que en teoría reparaban y pintaban el casco, se empleó un soplete oxídrico para cortar una sección del mismo de dos metros por uno veinte. Debidamente ajustada, la pieza resultante se convertiría en la puerta de la trampilla que cerraba la oquedad y que se accionaba desde el interior empleando un mecanismo de polea. Una vez que se vaciaron los tanques de lastre y el navío regresó a su posición normal, el agua inundó la bodega, mientras la apertura practicada permanecía oculta por debajo de la línea de flotación.

Empleando un mecanismo de polipastos sobre rieles, los maiali serían transportados, a través del acceso abierto en el mamparo, desde sus peanas de madera en el taller hasta la piscina cubierta, donde quedaban semisumergidos. Pues bien, si se tiene en cuenta a Borghese, la obra clave que hizo posible todo esto había sido un visto y no visto: "Por la tarde el trabajo estaba terminado -escribiría en sus memorias- ... se había creado así un pasaje directo entre la bodega inundada y el mar abierto, a través de la cual podían pasar los torpedos tripulados sin que en ningún momento fuesen advertidos".

A la conclusión de estos trabajos, sobre mediados de noviembre y siguiendo el mismo procedimiento que en las operaciones G.S. 1 y G.S. 2, el mando de la Xª MAS inició el envío de los equipos. Estos fueron transportados hasta Sevilla siguiendo la ruta habitual, vía Burdeos-Madrid. Pero a diferencia de lo ocurrido con el material destinado al acondicionamiento del buque, esta vez su transporte iba protegido como valija diplomática. A final de mes y de esta misma forma, se enviarían también las distintas piezas para el montaje de tres maiali y sus correspondientes repuestos.

Algunas de estas piezas viajarían ocultas en el doble fondo de unos barriles de aceite, otras perfectamente entibadas en grandes cajones de madera como si fuesen tubos de calderas. Denegri confirmaría más adelante que los tres torpedos habían llegado desarmados por valija diplomática el 30 de noviembre... Todo este material había quedado almacenado en un sótano del Consulado (de Sevilla). De nuevo, sería Giulio Pistono quien se encargaría de su traslado hasta el puerto sirviéndose de los camiones de la empresa La Viguesa de Algeciras; cuyo dueño, según el jefe de máquinas, estaba completamente ajeno al tipo de carga que transportaba. "Este material -declararía el mismo Denegri- pasó los puestos de control sin ser revisado o declarado, con un permiso especial de tránsito en el que se describía como piezas para la reparación del barco. La caja más pesada era de unos ochocientos kilogramos y fue descargada del camión en el puerto mediante una grúa manual. Posteriormente fue llevada a remolque hasta el petrolero, cargada empleando los cabrestantes y almacenada bajo la cubierta".

Trampilla en el costado de babor del Olterra que comunicaba con la piscina interior. / E.S.

El ensamblaje de los maiali se realizó durante los primeros días de diciembre en turnos de trabajo de veinticuatro horas. Esta labor estuvo dirigida por dos técnicos de la Décima llegados poco antes desde Italia: el experto en torpedos Tomellini y el especialista en motores eléctricos Rossi. Una vez montados y revisados, los tres maiali fueron probados en la piscina interior.

Lo más curioso es que todo esto se había realizado en las mismas narices del Servicio de Inteligencia británico. Como recogería la publicación oficial que, ya en la posguerra, la Marina italiana dedicaría a sus medios de asalto: "En Algeciras pululaban los agentes secretos ingleses; y el Olterra estaba atracado justo bajo las ventanas del hotel Marina Victoria, donde estaba la residencia del cónsul británico, bien provisto de oficiales de Marina del Intelligence Service, como lo están los consulados ingleses de las ciudades marítimas de todo el mundo. Naturalmente, se trabajaba un poco con el corazón en un puño porque la detección de esta base clandestina habría privado a la Décima de un punto de apoyo muy ingenioso y que había costado mucho esfuerzo. Pero por fortuna, las precauciones se demostraron suficientes y el secreto se mantuvo".

Como Borghese destacaría en sus memorias, aquellos italianos del Olterra "cumplieron con su cometido a la perfección a pesar de las innumerables dificultades técnicas y las particularísimas condiciones ambientales en las que debían desenvolverse, con el continuo peligro de ser descubiertos". Antes de que terminara aquel otoño, Visintini regresaría a Italia para presentar a sus superiores de la Decima el preceptivo informe sobre la actividad desarrollada. En esencia, les confirmó que el buque estaba ya preparado para actuar como base de lanzamiento de los Medios de Asalto. Poco después, regresaba de nuevo a España para ponerse al frente de una ambiciosa operación con la que se pretendía, nada más y nada menos, que repetir el gran triunfo logrado en Alejandría esta vez contra los navíos de la Fuerza “H” con base en el Peñón.

El hecho de que los desembarcos aliados en Marruecos y Argelia hubiesen abierto el esperado segundo frente, que en el frente del Este, el Sexto Ejército de Paulus acabara de quedar cercado en Stalingrado o que las tropas del Eje se estuviesen replegando a través de Libia tras el infructuoso avance sobre El-Alamein, sin duda sobrecargaba la importancia y el efecto que podría tener un triunfo como el que la Decima buscaba en el puerto de Gibraltar. Pero para Visintini además, aquella misión venía marcada por una componente muy intensa, que más allá de sus deberes como militar en tiempos de guerra, era de carácter profundamente íntimo y personal.

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